Una épica de la nada para “los huérfanos
del Edén”
Por: María de la Milagros Pérez Toro, Ph.D.
Presidenta
de TAINDEC, Inc.
Paraísos de la nada, poemario efluvista del escritor dominicano Virgilio
López Azuán, le ha merecido otro premio literario a su autor, cuya obra, principalmente
compuesta por poesía y cuento, ha sido laureada nueve veces en su país entre
1989 y 2007. Esta vez López Azuán ganó
el Premio Único de Poesía “Emilio Prud’Homme” en el Concurso Literario “Por
Nuestro País Primero”, en su edición de 2007.
El laudo del jurado, firmado por los distinguidos intelectuales
dominicanos Plinio Chaín, José Mármol y Basilio Belliard, señala los siguientes
méritos del libro:
... la diversidad creativa, manifiesta
sensibilidad poética, multiplicidad de registros idiomáticos y un excelente
manejo del lenguaje, entre otras cualidades estéticas significativas que
hicieron destacar su participación en el certamen (“Veredicto”, 2007).
La importancia del premio nacional que se le ha
otorgado a López Azuán por Paraísos de la nada radica, entre otros
hechos relevantes, en que se trata de un libro de poesía en prosa que, además,
propone renovar, no sólamente la poesía dominicana, sino la lírica escrita es
español. Según consta en el “Veredicto”
del jurado, este libro participó bajo el seudónimo “Poesía del Efluvismo”,
nombre este último de la búsqueda de una nueva coherencia lírica que López
Azuán ha venido cultivando en años recientes.
Su labor se da en consonancia con múltiples esfuerzos renovadores del trabajo
artístico con la palabra que tienen lugar en todo el mundo desde antes de que
cerrara el siglo XX. El efluvismo es una
de las propuestas que circulan actualmente entre los poetas dominicanos,
particularmente en el Sur de la República.
En el mundo hispánico no se premian frecuentemente
poemarios en prosa. De hecho, no es
frecuente hallar poemas en prosa en las antologías españolas e
hispanoamericanas que nos presentan periódicamente la nómina de los hombres y
mujeres que la crítica consagra como grandes poetas líricos. Es que el poema en prosa sigue siendo una
variante marginal de la lírica, a pesar de los extraordinarios textos de esta
modalidad formal que se registran en nuestras letras desde inicios del modernismo
hasta hoy.
Paraísos de la nada posee notable coherencia. Se compone de veintiséis poemas en prosa
organizados en cinco partes, que son: “Primera Puerta: La Duda”, “Segunda
Puerta: el Asombro”, “Tercera Puerta: El Pasado”, “Cuarta Puerta: El Presente”
y “Quinta Puerta: El Futuro”. La voz que
habla en la obra es una supraconciencia situada en la totalidad de la
Existencia, allí donde, según Bergson, el dinamismo inaprehensible de la
realidad y del tiempo sólo puede conocerse mediante la intuición. Esta voz construye mediante la magia de la poesía
un tratado sobre las virtudes de la nada, una teoría de la nada como origen
incesante de la Creación. En esta obra
la nada es un ente que contiene en sí todas las manifestaciones posibles, tanto
físicas como espirituales, de la materia, cuya naturaleza integral sólo podemos
conocer situándonos más allá de la razón y de la ciencia, sin por eso excluir
éstas.
La actitud holística de esta voz crea así la épica de
la nada, una narrativa a través de la cual la nada fluye, polimórfica y
taumaturga, eternamente produciéndose al producir el mundo, en relación unas
veces contradictoria y otras de identidad con los personajes alegóricos que
habitan -----y fluyen---- entre las
cinco “puertas” de la arquitectura que nos muestra la voz. Además de las cinco alegorías cuyos nombres
llevan las “puertas” de “la casa” que ha hecho la nada de sí misma, hay muchos
otros personajes metafóricos convocados por sus nombres comunes, tales como la
luz, la mujer, los hombres, la serpiente, la tierra, las flores, el amor, el
fuego, el agua, el viento, el sol, el mar, las estrellas, los niños, el miedo,
el filósofo, la náusea, la gloria, la patria, la muerte (falsa representación
del misterio), la vida (el verdadero misterio), la soledad, la sangre, la
vejez, el vacío, el olvido, el silencio, el sonido, la palabra, la imagen, el
poeta, el canto (la poesía) y el Hombre Nuevo. Productos de la nada y a la vez
alimento de ella son los personajes históricos que aparecen metafóricamente convocados por la
voz, ya sea mediante sus nombres propios, como en los casos de Sartre,
Cervantes, Poe, Whitman, Heráclito, Sócrates, Platón, Chaucer, Descartes, Kant,
Houdini, Freud y Borges; o por alusión a las obras mediante la
intertextualidad, ya sea citándolas textualmente o parafraseando fragmentos muy
conocidos de ellas. Así, se integran al
discurso en calidad de imágenes, texto tomados de Homero, Baudelaire, Antonio
Machado, Jesús de Nazaret, César Vallejo, Miguel Hernández, Francisco de Asís,
Facundo Cabral, Bécquer, Gabriel García Márquez, Silvio Rodríguez, Nietzche,
Heideguer, Marx, Kirkegaard, Bloch, Bergson, entre otros, además de varios
personajes bíblicos.
Desde esta perspectiva holística, el punto de vista
del poemario es analógico. La voz que
habla en Paraísos de la nada asume el misterio de la relación que existe
entre lo visible y lo invisible, lo pasado, lo presente y lo futuro, es decir, entre todo lo que interactúa en el
seno prodigioso de la nada. Por eso la
voz comienza representándose en tercera persona, con aire impersonal, para
luego figurarse como primera persona singular que involucra al otro ser humano ----tú----, y concluye dejándonos saber que
todos----la voz misma, los personajes de su narrativa, los lectores y las
lectoras----, todos, estamos involucrados en el “nosotros” sensitivo y humano
con que fluye el soliloquio omnisciente de esta supraconciencia. Como es de
notar, esta voz es la del Vate o poeta vidente, la “torre de Dios” de que habló
Rubén Darío, y que en el vanguardismo se transformó en “el pequeño dios”,
“poeta y mago”, de que habló Vicente Huidobro.
La gramática de Paraísos de la nada está
concebida para crear una estructura verbal híbrida con respecto a la relación
entre el verso y la prosa, pero holística, como un todo, según conviene para
manifestar los efluvios de esa matriz del Mundo que la supraconciencia hablante
capta. De este modo la voz consigue
comunicar los significados trascendentes que provienen de esas emanaciones
líricas. Esta manera de entender la
escritura poética se corresponde con el pensamiento analógico, contrario al
racionalismo y al cientificismo pragmático que ya habían rechazado nuestros
grandes poetas del modernismo.
En el caso del poeta López Azuán, la singular
escritura de Paraísos de la nada arranca de la herencia simbolista y
vanguardista (del creacionismo y el surrealismo, principalmente), herencia que
pervive en el fondo neorromántico, vitalista, irreverente y polémico de las
grandes manifestaciones artísticas de América Latina en el siglo XX. En las letras de su patria, dos grandes
poetas le sirven de fundamento: Rafael Américo Hernández, miembro del grupo “La
Poesía Sorprendida”, autor de excelentes poemas en prosa, y Manuel del Cabral,
quien cultivó la reflexión filosófica y el motivo poético de la nada, como
puede verse, por ejemplo, en su poema “Suma de la nada”. La confianza en la sabiduría genésica
inmanente que posee la palabra y en el poder visionario del poeta; la esperanza
en la capacidad humana para descubrir el potencial iluminador de la duda y del
asombro: todos estos son valores muy preciados para este importante escritor
del Sur dominicano. Sobre la roca de
estas certezas construye la inagotable arquitectura lírica en que actúa la
nada, encadenando mitos e imágenes poéticas de carácter onírico.
Uno de los mayores aciertos de López Azuán en Paraísos
de la nada es el haber logrado convocar diversas series de elementos
básicos tomados del imaginario que compartimos los hispanocaribeños, y
referirlos a diversos niveles de acceso a la cultura letrada que existen en
nuestro países. De este modo, la gran
riqueza y variedad del lenguaje figurado que generó el poeta potencia diversos
niveles de relación con el texto, de compresión y disfrute de sus mensajes y de
su belleza. Esto incluye la comprensión
por contagio que propician las reiteraciones de sonidos y ritmos, las
variaciones y las invariaciones con que permanecen porque se transforman los
significados de las imágenes de pensamiento en la obra; todo ello para
comunicar en prosa la densidad emotiva propia de la poesía lírica.
Debido al trabajo diestro del poeta con nuestro idioma
y con los requisitos formales del poema en prosa, cada uno de los veintiséis
textos que se recogen en Paraísos de la nada se sostiene por sí mismo,
sin perder por eso la relación de continuidad con que la voz lírica canta la
épica de la nada para mostrarnos a la especie humana como “los huérfanos del
Edén” (p.100). Con esta metáfora López
Azuán resume su angustia social, presente de principio a fin en la obra.
Nuestra especie aparece abocada al apocalipsis posmoderno, porque en su largo,
lento y contradictorio camino hacia “la civilización” ha ido perdiendo el
sentido de la vida, ha desembocado en negarlo, ha perdido el Edén. El filósofo de la náusea---ejemplificado por
Sartre--, los poetas congelados en la duda cuya meta es la gloria, el siquiatra que pretende controlar el
delirio íntimo del ser humano: ésos triunfan sobre el poeta visionario del
Hombre Nuevo, y orientan a la humanidad “camino a la robótica esperanza
imaginada por desquiciados al pie de una computadora” (p.102). Para la supraconciencia que habla en Paraísos
de la nada, esta senda equivocada nos conduce al apocalipsis que ya asoma
claramente en la actualidad. Esto
plantea la necesidad de reinventar el génesis, de que la nada nos ofrezca el
retorno al Edén después de habernos procesado una vez más en su seno generoso..
El tema central de Paraísos de la nada es la
utopía del Hombre Nuevo y del Mundo Mejor que, en última instancia, se identifica con la Poesía. Desde el punto de vista holístico, la nada,
el Misterio del Todo en su inmortal delirio fluyente, es idéntica a la Poesía,
porque ésta es la representación sensible, la Imagen y Voz de aquélla. La supraconciencia del poeta visionario se
sitúa en la decadencia presente para afirmar la utopía del Hombre Nuevo y del
Mundo Mejor, y anuncia la inminencia de la disolución del mundo actual, ya que:
…
Sólo podrá vivir la ternura del canto en un
mundo mejor.
Pero antes, el sonido, el fuego crepitante,
el agua, la tierra y el viento unirán los elementos para elementarnos a todos en la consumación blanca de nada (p.103).
En tales circunstancias apocalípticas, la
supraconciencia hablante se expresa con el lirismo de la antigua poesía mítica
hindú y la densidad del versículo y el aforismo; con el delirio del Apocalipsis
de Juan, la expansión de verso libre, la hibridez del poema en prosa y
la libertad de la poesía
experimental. Ya desde los
inicios de su discurso había equiparado a la nada----otro nombre para la
Poesía----, con “el viento silvestre del
verso”(p.21), “la lengua vibrante del cristal y el agua”(p.26), “el curso de la
Vía Lactea, la leche, la tormenta de la noche, el planeta del aura”(p.33). Todas estas imágenes son representaciones
líricas de los efluvios del mundo, revelaciones que el Vate crea de la nada, ya
que, como sabemos, en el seno de ella están la Palabra y la Imagen.
La profusión erótica de imágenes con que nos deleita
Virgilio López Azuán en Paraísos de la nada es prefiguración de ese
Hombre Nuevo en su contexto, el Mundo Mejor.
López Azuán transforma en arte su añoranza de futuro para nuestra
especie descarriada. La máxima expresión
de la Poesía en su libro es la correlación entre las virtudes genésicas de la
nada y las del Hombre Nuevo que vendrá.
Este ser, la más perfecta creación de la nada, podría nombrarse como
otro Nuevo Adán, como el Nuevo Cristo.
Como hemos podido ver, el pensamiento religioso, en el sentido de que la humanidad participa
de la misma condición sagrada de la vida,
de la Creación que genera la nada, es una de las constantes poéticas de Paraísos
de la nada y del efluvismo que su autor propone. Esta religiosidad esencial va
indisolublemente unida a la alta valoración del mito como cifra de la poesía y,
además, a una convicción filosófica de raíz materialista no sectaria. En la obra que nos ocupa, este ideario se
manifiesta como un llamado para que cobremos conciencia de nuestra condición de
“huérfanos del Edén”, de criaturas profundamente necesitadas en el sentido en
que lo afirmaron Jesús y Karl Marx.
Todo lo antes dicho muestra que Paraísos de la nada
merece publicarse en una nueva edición más numerosa y que se divulgue mejor su
presencia en las letras hispánicas con
el auxilio de todos los medios disponibles.
Yauco, Puerto Rico
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