13 septiembre 2011

EXPERTA EN LITERATURA ANALIZA OBRA POETICA "PARAISOS DE LA NADA" DE VIRGILIO LOPEZ AZUAN"


Una épica de la nada para “los huérfanos del Edén”
Por:  María de la Milagros Pérez Toro, Ph.D.
Presidenta de TAINDEC, Inc.


Paraísos de la nada, poemario efluvista del escritor dominicano Virgilio López Azuán, le ha merecido otro premio literario a su autor, cuya obra, principalmente compuesta por poesía y cuento, ha sido laureada nueve veces en su país entre 1989 y 2007.  Esta vez López Azuán ganó el Premio Único de Poesía “Emilio Prud’Homme” en el Concurso Literario “Por Nuestro País Primero”, en su edición de 2007.  El laudo del jurado, firmado por los distinguidos intelectuales dominicanos Plinio Chaín, José Mármol y Basilio Belliard, señala los siguientes méritos del libro:

... la diversidad creativa, manifiesta sensibilidad poética, multiplicidad de registros idiomáticos y un excelente manejo del lenguaje, entre otras cualidades estéticas significativas que hicieron destacar su participación en el certamen (“Veredicto”, 2007).


La importancia del premio nacional que se le ha otorgado a López Azuán por Paraísos de la nada radica, entre otros hechos relevantes, en que se trata de un libro de poesía en prosa que, además, propone renovar, no sólamente la poesía dominicana, sino la lírica escrita es español.  Según consta en el “Veredicto” del jurado, este libro participó bajo el seudónimo “Poesía del Efluvismo”, nombre este último de la búsqueda de una nueva coherencia lírica que López Azuán ha venido cultivando en años recientes.  Su labor se da en consonancia con múltiples esfuerzos renovadores del trabajo artístico con la palabra que tienen lugar en todo el mundo desde antes de que cerrara el siglo XX.  El efluvismo es una de las propuestas que circulan actualmente entre los poetas dominicanos, particularmente en el Sur de la República.

En el mundo hispánico no se premian frecuentemente poemarios en prosa.  De hecho, no es frecuente hallar poemas en prosa en las antologías españolas e hispanoamericanas que nos presentan periódicamente la nómina de los hombres y mujeres que la crítica consagra como grandes poetas líricos.  Es que el poema en prosa sigue siendo una variante marginal de la lírica, a pesar de los extraordinarios textos de esta modalidad formal que se registran en nuestras letras desde inicios del modernismo hasta hoy.

Paraísos de la nada posee notable coherencia.  Se compone de veintiséis poemas en prosa organizados en cinco partes, que son: “Primera Puerta: La Duda”, “Segunda Puerta: el Asombro”, “Tercera Puerta: El Pasado”, “Cuarta Puerta: El Presente” y “Quinta Puerta: El Futuro”.  La voz que habla en la obra es una supraconciencia situada en la totalidad de la Existencia, allí donde, según Bergson, el dinamismo inaprehensible de la realidad y del tiempo sólo puede conocerse mediante la intuición.  Esta voz construye mediante la magia de la poesía un tratado sobre las virtudes de la nada, una teoría de la nada como origen incesante de la Creación.  En esta obra la nada es un ente que contiene en sí todas las manifestaciones posibles, tanto físicas como espirituales, de la materia, cuya naturaleza integral sólo podemos conocer situándonos más allá de la razón y de la ciencia, sin por eso excluir éstas.

La actitud holística de esta voz crea así la épica de la nada, una narrativa a través de la cual la nada fluye, polimórfica y taumaturga, eternamente produciéndose al producir el mundo, en relación unas veces contradictoria y otras de identidad con los personajes alegóricos que habitan    -----y fluyen---- entre las cinco “puertas” de la arquitectura que nos muestra la voz.  Además de las cinco alegorías cuyos nombres llevan las “puertas” de “la casa” que ha hecho la nada de sí misma, hay muchos otros personajes metafóricos convocados por sus nombres comunes, tales como la luz, la mujer, los hombres, la serpiente, la tierra, las flores, el amor, el fuego, el agua, el viento, el sol, el mar, las estrellas, los niños, el miedo, el filósofo, la náusea, la gloria, la patria, la muerte (falsa representación del misterio), la vida (el verdadero misterio), la soledad, la sangre, la vejez, el vacío, el olvido, el silencio, el sonido, la palabra, la imagen, el poeta, el canto (la poesía) y el Hombre Nuevo. Productos de la nada y a la vez alimento de ella son los personajes históricos que  aparecen metafóricamente convocados por la voz, ya sea mediante sus nombres propios, como en los casos de Sartre, Cervantes, Poe, Whitman, Heráclito, Sócrates, Platón, Chaucer, Descartes, Kant, Houdini, Freud y Borges; o por alusión a las obras mediante la intertextualidad, ya sea citándolas textualmente o parafraseando fragmentos muy conocidos de ellas.  Así, se integran al discurso en calidad de imágenes, texto tomados de Homero, Baudelaire, Antonio Machado, Jesús de Nazaret, César Vallejo, Miguel Hernández, Francisco de Asís, Facundo Cabral, Bécquer, Gabriel García Márquez, Silvio Rodríguez, Nietzche, Heideguer, Marx, Kirkegaard, Bloch, Bergson, entre otros, además de varios personajes bíblicos.

Desde esta perspectiva holística, el punto de vista del poemario es analógico.  La voz que habla en Paraísos de la nada asume el misterio de la relación que existe entre lo visible y lo invisible, lo pasado, lo presente y lo futuro,  es decir, entre todo lo que interactúa en el seno prodigioso de la nada.  Por eso la voz comienza representándose en tercera persona, con aire impersonal, para luego figurarse como primera persona singular que involucra al otro ser humano  ----tú----, y concluye dejándonos saber que todos----la voz misma, los personajes de su narrativa, los lectores y las lectoras----, todos, estamos involucrados en el “nosotros” sensitivo y humano con que fluye el soliloquio omnisciente de esta supraconciencia. Como es de notar, esta voz es la del Vate o poeta vidente, la “torre de Dios” de que habló Rubén Darío, y que en el vanguardismo se transformó en “el pequeño dios”, “poeta y mago”, de que habló Vicente Huidobro.

La gramática de Paraísos de la nada está concebida para crear una estructura verbal híbrida con respecto a la relación entre el verso y la prosa, pero holística, como un todo, según conviene para manifestar los efluvios de esa matriz del Mundo que la supraconciencia hablante capta.  De este modo la voz consigue comunicar los significados trascendentes que provienen de esas emanaciones líricas.  Esta manera de entender la escritura poética se corresponde con el pensamiento analógico, contrario al racionalismo y al cientificismo pragmático que ya habían rechazado nuestros grandes poetas del modernismo.

En el caso del poeta López Azuán, la singular escritura de Paraísos de la nada arranca de la herencia simbolista y vanguardista (del creacionismo y el surrealismo, principalmente), herencia que pervive en el fondo neorromántico, vitalista, irreverente y polémico de las grandes manifestaciones artísticas de América Latina en el siglo XX.  En las letras de su patria, dos grandes poetas le sirven de fundamento: Rafael Américo Hernández, miembro del grupo “La Poesía Sorprendida”, autor de excelentes poemas en prosa, y Manuel del Cabral, quien cultivó la reflexión filosófica y el motivo poético de la nada, como puede verse, por ejemplo, en su poema “Suma de la nada”.  La confianza en la sabiduría genésica inmanente que posee la palabra y en el poder visionario del poeta; la esperanza en la capacidad humana para descubrir el potencial iluminador de la duda y del asombro: todos estos son valores muy preciados para este importante escritor del Sur dominicano.  Sobre la roca de estas certezas construye la inagotable arquitectura lírica en que actúa la nada, encadenando mitos e imágenes poéticas de carácter onírico.

Uno de los mayores aciertos de López Azuán en Paraísos de la nada es el haber logrado convocar diversas series de elementos básicos tomados del imaginario que compartimos los hispanocaribeños, y referirlos a diversos niveles de acceso a la cultura letrada que existen en nuestro países.  De este modo, la gran riqueza y variedad del lenguaje figurado que generó el poeta potencia diversos niveles de relación con el texto, de compresión y disfrute de sus mensajes y de su belleza.  Esto incluye la comprensión por contagio que propician las reiteraciones de sonidos y ritmos, las variaciones y las invariaciones con que permanecen porque se transforman los significados de las imágenes de pensamiento en la obra; todo ello para comunicar en prosa la densidad emotiva propia de la poesía lírica.

Debido al trabajo diestro del poeta con nuestro idioma y con los requisitos formales del poema en prosa, cada uno de los veintiséis textos que se recogen en Paraísos de la nada se sostiene por sí mismo, sin perder por eso la relación de continuidad con que la voz lírica canta la épica de la nada para mostrarnos a la especie humana como “los huérfanos del Edén” (p.100).  Con esta metáfora López Azuán resume su angustia social, presente de principio a fin en la obra. Nuestra especie aparece abocada al apocalipsis posmoderno, porque en su largo, lento y contradictorio camino hacia “la civilización” ha ido perdiendo el sentido de la vida, ha desembocado en negarlo, ha perdido el Edén.  El filósofo de la náusea---ejemplificado por Sartre--, los poetas congelados en la duda cuya meta es la gloria,  el siquiatra que pretende controlar el delirio íntimo del ser humano: ésos triunfan sobre el poeta visionario del Hombre Nuevo, y orientan a la humanidad “camino a la robótica esperanza imaginada por desquiciados al pie de una computadora” (p.102).  Para la supraconciencia que habla en Paraísos de la nada, esta senda equivocada nos conduce al apocalipsis que ya asoma claramente en la actualidad.  Esto plantea la necesidad de reinventar el génesis, de que la nada nos ofrezca el retorno al Edén después de habernos procesado una vez más en su seno generoso..

El tema central de Paraísos de la nada es la utopía del Hombre Nuevo y del Mundo Mejor que, en última instancia,  se identifica con la Poesía.  Desde el punto de vista holístico, la nada, el Misterio del Todo en su inmortal delirio fluyente, es idéntica a la Poesía, porque ésta es la representación sensible, la Imagen y Voz de aquélla.  La supraconciencia del poeta visionario se sitúa en la decadencia presente para afirmar la utopía del Hombre Nuevo y del Mundo Mejor, y anuncia la inminencia de la disolución del mundo actual, ya que:

Sólo podrá vivir la ternura del canto en un mundo mejor.

Pero antes, el sonido, el fuego crepitante, el agua, la tierra y el viento unirán los elementos para elementarnos a todos en la consumación blanca de nada (p.103).

En tales circunstancias apocalípticas, la supraconciencia hablante se expresa con el lirismo de la antigua poesía mítica hindú y la densidad del versículo y el aforismo; con el delirio del Apocalipsis de Juan,  la expansión de  verso libre, la hibridez del poema en prosa y la libertad de la poesía  experimental.  Ya desde los inicios de su discurso había equiparado a la nada----otro nombre para la Poesía----, con “el viento  silvestre del verso”(p.21), “la lengua vibrante del cristal y el agua”(p.26), “el curso de la Vía Lactea, la leche, la tormenta de la noche, el planeta del aura”(p.33).  Todas estas imágenes son representaciones líricas de los efluvios del mundo, revelaciones que el Vate crea de la nada, ya que, como sabemos, en el seno de ella están la Palabra y la Imagen.

La profusión erótica de imágenes con que nos deleita Virgilio López Azuán en Paraísos de la nada es prefiguración de ese Hombre Nuevo en su contexto, el Mundo Mejor.  López Azuán transforma en arte su añoranza de futuro para nuestra especie descarriada.  La máxima expresión de la Poesía en su libro es la correlación entre las virtudes genésicas de la nada y las del Hombre Nuevo que vendrá.  Este ser, la más perfecta creación de la nada, podría nombrarse como otro Nuevo Adán, como el Nuevo Cristo.

Como hemos podido ver, el pensamiento religioso,  en el sentido de que la humanidad participa de la misma condición sagrada de la vida,  de la Creación que genera la nada, es una de las constantes poéticas de Paraísos de la nada y del efluvismo que su autor propone.  Esta religiosidad esencial va indisolublemente unida a la alta valoración del mito como cifra de la poesía y, además, a una convicción filosófica de raíz materialista no sectaria.  En la obra que nos ocupa, este ideario se manifiesta como un llamado para que cobremos conciencia de nuestra condición de “huérfanos del Edén”, de criaturas profundamente necesitadas en el sentido en que lo afirmaron Jesús y Karl Marx.

Todo lo antes dicho muestra que Paraísos de la nada merece publicarse en una nueva edición más numerosa y que se divulgue mejor su presencia en las letras hispánicas  con el auxilio de todos los medios disponibles.

          Yauco, Puerto Rico
                                                                                                                                     


efluvismo@hotmail.com

No hay comentarios: