20 febrero 2021

Los mitos en la presencia humana


Por Virgilio López Azuán

Si bien la ciencia ha influido en la superación de muchos mitos que subyugaban al ser humano, también es cierto que cada día se generan muchos más. El mito suele ser asumido como modelo, consciente e inconsciente de pensamiento, capaz de hacer obrar a los individuos y sociedades. Y en medio de ese modelo simbólico la humanidad se justifica y asume criterios de verdad, “Los mitos proporcionaron a los arcaicos de ayer y de hoy (creyentes) los modelos, arquetipos, de conducta humana y, al mismo tiempo, valor y significado a la existencia humana” (Martínez, 2011).

Los mitos están asociados a grandes sacrificios humanos como por ejemplo el mito del fuego en el Popol Vuh; a inundaciones, catástrofes, fuegos, destrucciones, venganzas e infidelidades. Los hay sobre el alma y la materia; la naturaleza del hombre y su relación con el mundo en que vive, como el mito de Prometeo, el cual lo metaforiza como indefenso ante el frío y el hambre (Martínez, 2011).

Antropólogos, filólogos, sociólogos, y estudiosos del llamado Funcionalismo como los son Radcliffe-Brown, B.Malinowsky, y Evans-Pritchard, entre otros, se preocuparon por la explicación del funcionamiento social de los mitos en los destinos humanos, su influencia en la vida misma, sin que les den significación espiritual o intelectual. O los casos de Freud y Jung que desde perspectivas filosóficas y psicológicas, reconocieron la proximidad entre los mitos y los sueños. Carl G. Jung, en Teoría del Psicoanálisis, revela que el mito es oriundo del inconsciente producido por el hombre y también por las coincidencias lejanas de los pueblos y las razas, cuyos relatos coinciden con el sistema mitológico y autóctono.

Freud y Jung, definen el mito desde el inconsciente, aproximándolo al sueño o al delirio, revelan que existen dos formas de pensar del ser humano que resultan irreductibles (Bermejo, 1994). En tanto, Gadamer (1997)  es enfático al afirmar que “los mitos son sobre todo historia de dioses y de su acción sobre los hombres.

Mientras que Nicolai Bardiaiev en su libro “El sentido de la historia”, puede presentar el mito como una reconstrucción profunda de la vida. Y Domingo Cía Lamana en un ensayo sobre Nietzsche dice que “El mito pretende expresar la dimensión profunda de la historia y constituye un elemento de todas las manifestaciones de la inteligencia de la historia” (Eliade, 1961). Define el mito como una historia verdadera que ocurrió en el comienzo del tiempo y que sirve de modelo al comportamiento de grupos humanos. Y Durkhein encontraría en la construcción de verdades mitológicas una de las llaves fundamentales, no sólo para el estar-en-común, sino fundamentalmente para el actuar-en-común, (Gomara, 2010).

Como una enfermedad del lenguaje definió el origen del mito Friedrich Max Müller en su obra “Mitología Comparada”, explicando los fenómenos naturales donde “los sentimientos de temor y respeto del hombre primitivo frente a los fenómenos de la naturaleza fue el que inspiró su idea de la divinidad, que se expresó en un lenguaje impreciso y ambiguo”. Aquí prevalece la idea de que los dioses son ideas de las fuerzas de la naturaleza y esto justifica la presencia del mito entre los seres humanos, ya sea producto de la cultura, del inconsciente, de la enfermedad del lenguaje, (Freud, Jung) de la analogía entre los comportamientos humanos y la naturaleza (Gudelia); la codificación en el mito de hechos fundamentales relativos al mudo sobrenatural y a la vida de los hombres o como expresiones de la mentalidad colectiva (Florescano); las explicaciones de C. Lévi-Strauss, A. M. Hocart, E. Durkheim, M. Eliade, F. Jesi, H. Gadamer, Morín,  o las otras tantas teorías sobre el origen, la caracterización, estructura y temporalidad  del mito.

Ya sea producto desde su definición a través de diversas disciplinas como la lingüística, histórica, filosófica, psicológica, epistemológica, folklórica, sociológica, entre tantas más, el mito forma parte de la presencia humana. Nos acerca y nos aleja de los dioses, descubre verdades y mentiras de la condición humana, y sobre todo nos regala una gran dosis de misterio para la autodefinición individual y social.

En cada individuo viven y perviven los mitos como sistema de imaginarios, que a la vez son reproducidos socialmente. El mundo mítico tiene fuerza de verdad con categoría dogmática. Muchas maneras de actuar de las personas responden a un determinado mito, lo simbolizan y lo hacen vivo. Lo peor es que generalmente no se dan cuenta que obedecen a su mandato y modelo, a su manipulación y e influencia ideologizada. Si se reflexiona en cualquiera de los amigos, familiares, conocidos, y se estudian sus maneras de actuar y comportarse en su calidad de individuo y ente social, es notorio que tienen el traje mitológico. A veces sorprenden ciertos dramas humanos por la similitud que guardan con los mitos.

Se pone por ejemplo la historia de Ángela: su novio se fue para los Estados Unidos y antes de marcharse le hizo la promesa de amor que volvería, que la esperara. Aquella joven “alborotaba el barrio” con su voluptuosidad y gran belleza, todos le  hacían esquina, pero ella seguía enamorada de su novio. Pasaron semanas, meses y años, y el novio no regresaba. La gente le advertía “Ángela, búscate un novio que ese hombre no vuelve”. Ella, confiada, no les hacía caso. Sus enamorados se fueron poco a poco de la ciudad, casándose o abandonando el lugar. Ella ya exhibía algunas canas y la gente le repetía que no esperara a ese señor, y ella seguía. El novio volvió y a penas la reconoció. Él tenía varios hijos que había procreado en los Estados Unidos y ella solo dos lágrimas de desconsuelo.

Haciendo una analogía, nos remontaremos al mito griego de Penélope cuando Ulises se fue a pelear a Troya. Ante tanta insistencia del pueblo de que se olvidará de Ulises, que no volvería vivo de esa guerra, decidió tejer un paño, que cuando lo terminara desistiría de su idea de esperar a Ulises. Pero los engañó, ella tejía por el día y destejía por la noche, para poder seguir esperando a su amado. Ese mito de Penélope y Ulises se repite en nuestro mundo y  no solo en parejas sino también en otros actos humanos, ya unos escritores dominicanos escribieron un libro que se llama “El mito de Penélope en la Poesía Dominicana”, como muestra de su influencia en el mundo de la poesía.

Al leer los mitos griegos, mesopotámicos, hebreos, africanos, americanos y romanos, principalmente, se puede comprobar que muchos de ellos se reproducen en el drama humano. ¿A caso el mito de Sísifo que carga la piedra a la cima de una montaña por mil años, no se cumple entre nosotros?  El sinsentido de la existencia planteado por Albert Camus, cuando alude a Sísifo como una metáfora de la vida del hombre.

O el mito de Narciso al que Némesis la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. ¿A caso no se repite ese mito cuando ataca a las personas el síndrome de mirarse al espejo? También se interpreta este mito como ejemplo de aquellos que nunca pueden consumar su amor.

Los mitos griegos y romanos han tenido gran influencia en la conformación del pensamiento occidental y encontramos algunas similitudes en el drama humano de nuestros contextos. Pero sería reduccionista si  nos limitamos a los mitos griegos y romanos. Pienso que todos los mitos del mundo, no importan que sean hindúes, chinos, hebreos o mesopotámicos, estos pueden aparecer reproducidos en la vida si los grupos humanos entran en contacto cultural.

Las religiones y los otros sistemas morales de la antigüedad apoyan sus ideas en mitos, parábolas, códigos, misterios, secretos, arcanos, que de una u otra manera no solo influyen en las maneras de pensar en el individuo y la sociedad, sino que generan estilos de vidas individuales, sociales y espirituales, con ciertos grados de comprensión de misterios universales.

Estudios esotéricos y religiosos hablan que todo el drama de Jesús, su vida, pasión y muerte representan simbolismos de iniciación y redención. La búsqueda de la verdad por los senderos espirituales y apoyados en dogmas filosóficos aporta esperanzas de vida eterna al creyente. El drama de Jesús, paso a paso tiene una gran significación en el pensamiento cristiano y crístico. Se aprende que cada apóstol tiene su representación en el drama de la vida y de la muerte... En la familia, en el club, en el partido político, en el lugar del trabajo, en donde hay asociación de personas, el drama de Jesús está presente. ¿A caso no aparece uno en estos grupos quien traiciona? ¿No será este la representación del Judas en el drama de Jesús? No importando que la versión sobre el papel de Judas en la vida de Jesús tenga tantos sentidos y controversias. Pero el modelo impuesto sobre Judas es el de la traición, caso este que pretende ser desmitificado por el escritor dominicano Juan Bosch en su libro “Judas Iscariote el Calumniado”.

Ahora bien, la traición no nació a partir de Judas, sin embargo este hecho bíblico imprimió una fuerte carga ideológica  de inconducta moral a  la sociedad cristiana. Hasta el momento no han importado las ventanas abiertas por estudios de los Manuscritos del Mar Muerto, no han bastado las versiones, el descubrimiento del texto gnóstico denominado “El Evangelio de Judas”, probablemente escrito en el siglo II de la Era Cristiana, para intentar desmitificar el papel de Judas en la crucifixión de Jesús, ni las múltiples creencias sobre la vida, pasión y muerte de Jesús. Eso no ha sido significativo para borrar la “traición” de Judas, debido a factores religiosos, culturales, doctrinales y políticos que no desarrollaremos en este texto.

Así cada apóstol, cada hecho, cada milagro, cada palabra de Jesús se reproduce en la vida misma, por eso no es raro escuchar que “¡Cristo Vive!” En el drama humano no solo observamos la representación de Judas, sino a María de Magdala, a Simón Pedro, a Saqueo, a la Verónica, a Simón de Cirene, al Pedro que lo niega, a Pilatos que se lava las manos, etc.

Coincido con estos estudios y juicios de que la vida de Jesús es tan simbólica, mítica, mística, como esperanzadora. La cultura cristiana aporta al pensamiento todas estas posibilidades de conformación humana. De la misma manera que el cristianismo lee la vida, también lo hacen otras religiones y sistemas morales, como el islamismo, budismo, hinduismo, religiones tradicionales chinas, indígenas, afroamericanas entre otras.

El mito de las Cavernas de Platón incluido en el Libro VII de la República ha servido para interpretar rasgos de la condición humana, metaforiza el mundo de las ideas, el conocimiento y el reflejo de la realidad. En la vida misma se manifiesta el mito de Quimera, criatura que se ha representado con una mezcla de busto de cabra y cola de serpiente, cabeza de león que vomita fuego… Esta mixtura horrenda se representa en comportamientos múltiples de las personas. ¿A caso no pensamos con múltiples cabezas y tenemos reacciones primitivas? Pero uno de los mitos más populares en el psicoanálisis lo es el mito de Edipo, que utilizó Sigmund Freud para elaborar su tesis del Complejo de Edipo  para referirse a los sentimientos y emociones infantiles caracterizados por los deseos amorosos a los padres los cuales podían tornase hostiles.

Diversos mitos representan la seducción como por ejemplo el de las Sirenas, mujeres hermosas con cola de pez que vivían en la isla de Artemisa y  con sus cantos hechizaban a los marineros para engañarlos. ¿Cuántos cantos de sirena no escuchamos a diario, seducidos por los múltiples deseos?

Puede ser que el mito sea un reflejo de la vida misma o  la vida misma sea un reflejo del mito. La construcción del mito tiene cuatro componentes: imaginativo, temporal, individual y colectivo.  Muchos historiadores, religiosos, filósofos y literatos, han creado todo tipo de mito. La imaginería colectiva, el temor, la esperanza, la libertad, han sido fuentes mitológicas y los mitos han sido fuente de imaginería colectiva, temor, esperanza y libertad.

Aunque algunos autores consideran que el mito se queda petrificado en el tiempo de su origen, este genera paradigmas, modelos y tendencias de comportamientos individuales y sociales, imprime ideologías conservadoras, dogmáticas y subyugantes. Pero al mismo tiempo se convierte en una ventana hacia la búsqueda de la  libertad, hacia la definición de las identidades. Cada persona y sociedad está compuesta por múltiples identidades y los mitos forman parte de esa conformación. Sin embargo cada día las dinámicas de la vida, del mundo, de los avances, trituran mitos y conforman otros. No se sabe si en el mundo moderno existen más mitos que en el mundo antiguo. Pienso que ahora se han democratizado los mitos, como se democratizó en la antigüedad el concepto de  la inmortalidad del alma, cosa esta que estaba reservado a faraones o dignatarios (Morín, 2009) y que el cristianismo contribuyó con esa ruptura.

Lo racional y lo irracional, lo estético y lo prosaico, lo bueno y lo malo, lo lejano y lo cercano, la paz y la violencia, son componentes del mito. Y no de forma simple, sino poderosa, simple y compleja a la vez; cada uno de ellos se manifiesta de forma contundente y clara, por eso influye tanto en las mentalidades. Aunque el género de los personajes mitológicos no es materia de este escrito, la presencia de la mujer en muchos mitos griegos y romanos, por ejemplo, están asociados al amor, a la guerra, los males y a la violencia. No hay nacimiento que exprese más violencia que el de la diosa Minerva, una violencia cercana al amor y la ternura. Ella surge producto de la petición que le hiciera Júpiter a Vulcano de que le abriera el cráneo de un hachazo, surgiendo Minerva. O el caso de Pandora que abre su caja y de ella “salen todos los males” y se esparcen por la tierra. O el ahorcamiento de Freda, víctima del remordimiento. O el drama de Medea y Antígona, para nombrar sólo unos casos. Tanto Deméter / Ceres, Hera / Juno, Hestia / Vesta, Artemisa / Diana, Atenea / Minerva, Afrodita / Venus, Selene / Luna, de la mitología griega y romana, influyeron o han creado paradigmas y modelos, no solo del pensamiento occidental  sino mundial.

No todo en la vida se explica por medio de los mitos porque la vida tiene múltiples explicaciones desde varias dimensiones y ópticas.  Existen tantas variantes como juicios a esas variantes, sino recordemos el caso del diluvio universal como lo concibieron los hebreos, los chinos y los aborígenes de América. Y esta riqueza nos permite darle razón a la identidad individual y social. Las maneras de interpretar la vida y el mundo son inagotables, los sentidos son infinitos, conducen a verdades que sobreviven a demostraciones sociológicas, filosóficas, fenomenológicas y cualquier otra disciplina. Nadie está libre de la influencia de los mitos. En todas las conformaciones mentales y espirituales del hombre y la mujer observamos su impronta. Unos influyen más que otros obviamente, pero están ahí, y serán cada vez más a medida que se desarrolle la creatividad y los sueños en los seres humanos.

Siempre existirán encuentros y desencuentros por parte de los mitólogos por que el mito no está exento del misterio de la creatividad humana. Las elucubraciones y la ingeniería para estructurar el mito y desentrañar sus porqués traen consigo temas para el análisis, serán temas inagotables. Finamente, la comprensión del mito siempre tendrá sus aciertos y desaciertos múltiples.

 


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