Por Virgilio Löpez Azuán
Existe una tensión de paradigmas
mentales entre las personas que se dedican a la actividad política y otros a la
actividad artística. Tanto una actividad como la otra soportan redes de
rozamientos y emociones altamente diferenciadas, pero que en algún punto de su desarrollo se
juntan. Lo hacen por un prisma ético o estético del desarrollo de la conciencia.
Es obvio que se piense en que
existe una antítesis entre el accionar político y el accionar artístico. Y no
faltan razones. La dimensión del pensamiento artístico se extiende por los
planos de la sabiduría estética. En cambio el pensamiento político se extiende
por los planos de la sabiduría ética. En fin, en su modelo, el artista circula
por la avenida de lo bello, lo feo o lo siniestro. El político circula sobre
las pistas de lo ético-moral, esencialmente.
Es por ello que el artista aspira
a que se ascienda a las altas nubes del placer por medio de la belleza aún en
lo siniestro. Es un creador de lo bello, un trasformador a lo bello. En cambio,
el político su horizonte más preciado es lo moral. Se maneja entre lo bueno y
lo malo.
Escuchamos todos los días que la
mayoría de los cuestionamientos a los políticos, se hace desde la dimensión de
lo moral o ética: “Este es un ladrón” (moral), “este es un corrupto” (moral),
este es un sinvergüenza (moral), este es una lacra, (moral), etc. Pocos los
cuestionan desde el la dimensión estética. Mientras que los cuestionamientos a
los artistas pesan más desde una dimensión estética que desde una dimensión
ética: “¡Qué voz tan bella!” (estética), “¡Qué voz tan desagradable, o
desafina!”(estética), ¡Qué novela también escrita! (estética)…
Así es que cuando los artistas
que se “meten” a políticos, sufren mucho porque no están acostumbrados al
descrédito moral de los francotiradores que militan en esas callejas de la
sociedad humana.
Lo peor de todo eso es que los
apasionados políticos, que quieren asaltar los paraísos de la estética por
medio del arte, suelen ser incapaces de crear la gran obra, salvo honrosa excepciones
altamente conocidas. Lo harían mejor a través del ensayo crítico, pero pocas
veces pueden entrar a las regiones reservadas en el íntimo iluminado para
producir arte.
Usted dirá que la política es un
arte. ¡Claro! El arte es quizá la manera de hacer política. Pero no todos los
politicastros que andan por ahí dando lecciones de moral, alcanzan el punto de
conciencia donde la política se podría convertir, precisamente en arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario