29 septiembre 2017

LA FICCIÓN POLÍTICA (1)

Por Virgilio López Azuán, 
¿Por que la gente en las elecciones políticas vota por ladrones, corruptos, adictos, miserables, violentos, mentirosos, borrachones, frustrados, traidores, falsos revolucionarios, ineptos y otras yerbas del paisaje? Nuestros lectores en seguida expondrán dos, tres, diez, más razones. Lo harán desde muchos puntos de vistas, con miles de argumentos y hasta con sobradas razones. De eso estoy seguro. Sobrarán justificaciones históricas, sociológicas, antropológicas, políticas, humanísticas, bíblicas y hasta genéticas. Entonces en “democracia” hay que tolerarlo, aceptarlo y quizá algunos esperan aplausos por su opinión. Por nuestra parte podríamos citar muchas razones, pero siempre nuestros argumentos serían reduccionistas ante la vorágine cultural que los multiplica. Tampoco tendría sentido que escribiera estas palabras sin dar algunas “cajetas”, justamente merecidas. Votan por esos políticos, porque los males a escala humana se han hecho globales; la historia se ha tragado las éticas y los que subyugan no les conviene la creación de nuevas éticas. Porque la sociedad consume “mentes chatarras” como lo hace con las comidas chatarras, porque el orden y caos están fundamentados en los mismos principios; porque se ha hecho sistémico la infravaloración humana y alcanza una escala planetaria/ cósmica. La sociedad conspira en la creación de sujetos canallas. Nadie cree en política en sujetos serios y probos, sino en probados ladrones, que les devuelvan favores. Hay dentro de esa sociedad detractores de bonomías y probidades; de esas bien construidas y que al final quieren ensuciar con sus propios lodos cloacales. Las imperfecciones en los sistemas de gobernanza, la lenidad, la impunidad, la falta de aplicación de regímenes de consecuencias y el “canchanchanismo”, han perjudicado a muchas sociedades actuales.
La violencia se multiplica, la despersonalización de funciones y responsabilidades se potencia, y se premia la corrupción con aplausos y fiestas.
Dirán los lectores que cada quien crea su mapa de la realidad sobre sus conocimientos, sus percepciones, sus emociones, sus filiaciones ideológicas, sus doctrinas religiosas o ateístas... Así es, pero el hecho real tiene otras categorías de explicación filosófica muy diferentes a la de la realidad. Y los hechos están ahí. Los moralistas votan y celebran corruptos, los falsos revolucionarios acaban con las valoraciones éticas de los demás porque se han asado en sus propios aceites, y los gusanos siguen engordando sus egos y sus cuentas bancarias. No es más de ahí.
No estamos haciendo una narración de la mera realidad, estamos contando hechos reales, concretos, evidentes. Ahora bien, surge la pregunta, ¿seguiremos con esos modelos de desarrollo del pensamiento y actuar de “humanos”? Sabemos que nada existe sin su anverso, que de la misma manera mentes lúcidas, bien amuebladas que el concepto sociedad (que es una trama de intereses), piensan y actúan como comunidad, aspiran a una comunidad de seres humanos en armonía con el planeta y el cosmos. De ellos encontramos, aunque suene paradójico, en los grupos políticos; aunque cueste creerlo, aunque no los vea.
Hay que salir de esas trampas generadas en las sociedades, que aprovechan los mass media para construir posverdades, mentiras detractoras, solo para servir con cucharas grande, a los pocos de siempre y a los enganchados de ahora.


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