20 julio 2009

HUELLA/4/ POESÍA


4

La huella tiene los caminos que todos hemos andado algunas vez y también tiene los caminos desandados. Tiene el vientre de todas las nubes, las bocas amargas de los deseos. En sus hechizos todos tenemos ínfulas de eternidad, porque la huella reta al tiempo, con sus espadas lo desafía. Evoca todas las distancias, los días claros, dulces y sin melancolías. Entonces, cuando me vaya, tomaré el camino opuesto, la libertad, en las manos blancas de los corazones, con los pechos sangrados por el sol, entre algodones y azucenas. No miraré atrás, la estatua de sal persigue mi instinto. Es mejor irse, marcharse con las cuencas hondas de miradas frías, sin retoños y sin vidas. Tengo una mueca dibujada en las paredes. El adiós nos atropella, no manda a donde se mueren las espigas, los idiotas puros, que juzgan por estupideces. Hoy se marchitaron las margaritas, como antes, y la huella es una visión invertida del miedo. No se nos rompe el alma, el alma está hecha de las hachas y las piedras del dolor, amotinado.
La huella está en la cama, entre sábanas recién tendidas por la mañana, porque nunca se marchó de la estancia. Todos seremos piratas, cazadores de los caminos, que no enterraron en las sienes del misterio. Lo siento, te has ido, y detrás se fueron los otros, los equivocados, los cobardes y los menesterosos. Detrás, como para salir apedreados, se fueron tras de ti, como perros sabuesos, esta vez marchando para conquistar otras banderas, en la cima de tus barcos, en tus ojos y en tus bergantines.

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