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I
Oh, marinero, revuélcate
en tu canto de alboradas, en el mástil de la tarde adolorida. Vomita la turba,
pueril historia de magia y trueno.
Escupe la garganta de
palabras lloviznadas Oh, marinero, vidrio del mar, perfidia cósmica, donde las
paralelas luces del imperio se orinan. Ataca el vientre, en la otredad
de las coronas. Nadie olvida las violetas, las hojalatas podridas del silencio.
Nadie culpa la sangre, grito del viento, que retuerce las estelas del cometa
herido.
Vinieron reflejando los
espejos y engendraron el vómito y el
oro.
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