27 agosto 2010

ARTICULO INVITADO, DE INTERES PARA AZUA

MEDIO AMBIENTE Y PREHISTORIA


Marcio Veloz Maggiolo
Los problemas del medioambiente son el producto de muchos factores siendo el primordial el relativo a la transformación del mismo producto del desarrollo urbano e industrial.
Un análisis del pasado más antiguo de la isla de Santo Domingo nos enfrenta a modelos medioambientales bien diferentes de los actuales. La vida de las primeras poblaciones del área del Caribe y por ende de la isla que habitamos es muy similar. Los llamados “recolectores”, sin el uso de la agricultura desconocida para ellos, seleccionaron los lugares más productivos y ricos para el proceso de recolección.
Dependiendo de sus orígenes continentales, usaron de un instrumental diferente para la subsistencia. He señalado que en estas sociedades las primeras contradicciones fueron el producto de un enfrentamiento con el medio.
Cacería, pesca y recolección de frutos silvestres ocuparon buena parte de la cotidianidad de estos grupos humanos, de los cuales tenemos evidencia en los restos dejados en sitios que eran, generalmente campamentos de orden seminómada, donde el hombre se asentaba según los ciclos que determinaban la presencia de alimentos.
Estos primeros habitantes de la isla procedían unos de la faja centroamericana con evidencias de sitios en Belice muy parecidos a los de los campamentos precolombinos de lugares como Barrera-Mordán en Azua, donde las fechas andan por el 2600 aC, o en yacimientos arqueológicos haitianos, donde las fechas para sitios similares son de casi 5000 años aC, lo que evidencia un proceso de navegación permanente a partir de esa fecha, porque consideramos que pudo haber sido más temprana la ocupación.
Estos yacimientos revelan en algunos casos donde hemos encontrado cantidad de huesos –unos calcinados y otros en buen estado– que el medioambiente fue un factor clave en la conquista del espacio vital. Para estos habitantes de pequeña estatura –5 pies a 5.5– la vida recolectora era bien diferente de la que practicaban los posteriores recolectores llegados también, siguiendo el arco antillano, puesto que su modelo recolectivo no estaba ligado al sílex, pedernal fundamental para los primeros habitantes y materia prima artefactual.
Estos grupos denominados con nombres arqueológicos que no usaremos, revelan que la adaptación fue diferente, en algunos casos fueron productores de alimentos que procesaban. La presencia de polen de guáyiga en los sitios de ocupación, y el hallazgo de plantas conservadas por las cenizas en Cueva de Bernal determinan el uso de la planta desde el año 1800 aC, por lo menos.
El medioambiente sería mejor aprovechado por estos grupos más tardíos y con gran presencia en la isla de Santo Domingo desde por lo menos el 2500 a C, lo que signifi ca que cuando arriban a la isla o a las islas, ya en algunas de las Antillas mayores como Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, había ocupantes por lo menos con 2,000 años de antigu¨edad.
Los nuevos llegados tenían diferentes tipos de manos de morteros, formas diversas de cuencos de piedra, en algunos casos artefactos de concha y más tarde, por evolución local quizá, elementos decorativos en sus hachas de piedra que llamamos “mariposoides”, por sus formas parecidas a las mariposas.
Algo signifi cativo es la “fronterización de los grupos” elemento que señalé en mi libro en dos volúmenes titulado “Medioambiente y adaptación humana en la pre-historia de Santo Domingo, nunca más vuelto a editar, por su ausencia casi desconocido aún por los aspirantes a arqueólogos del país. El libro señala que esta “fronterización” perdura por largo tiempo, hasta que hacia el año 1000 antes de Cristo o quizá antes, los artefactos de piedra pulimentada aparecen en algunos lugares de los viejos ocupantes y artefactos de sílex en la de los nuevos. Señales que ayudan a entender que los grupos en ocasiones se unieron, rompiendo la “fronterización” para el mejor proceso productivo importante para la supervivencia.
Los recolectores tardíos los llamamos en términos étnicos con el nombre de “banwaroides” puesto que sus artefactos son similares a los del sitio de la isla de Trinidad que se denomina Banwari- Trace, donde excavamos en los años setenta del siglo pasado, junto a arqueólogos dominicanos como Plinio Pina Peña y Elpidio Ortega, y especialmente con el arqueólogo Peter Harris.
En la isla de Trinidad donde hay artefactos de hasta 6000 antes de Cristo, hay la evidencia de que la misma, hacia esa fecha, era todavía parte de Venezuela, y que posiblemente hacia el 4000 antes de Cristo un aumento del nivel del mar produjo su separación del continente, así la presencia de los hombres convirtió a Trinidad en un aislado territorio cultural relacionado con el mangle, con dieta del manglar y cacería de animales grandes y mamíferos, como el ciervo, que se reprodujeron con otras especies.
Su capacidad de navegación los esparció hacia las zonas guayanesas y hacia el arco antillano.
En la costa venezolana, según Mario Sanoja e Iraida Vargas, hacia el 6000 antes de Cristo hay evidencias de cierto tipo de cultivo y uso de raíces, lo que parece repetirse en otros lugares como la isla de Santo Domingo donde los grupos a los que nos referimos usaron de la guáyiga, por lo menos desde 1800 aC.
Una ligera comparación de ambos grupos, encontramos que los primeros y más tempranos relacionables con parte de la costa de Belice, determinasen su asentamiento en lugares donde el instrumental básico, hecho con pedernal o sílex, era una de sus necesidades.
Analizando los artefactos de Barrera-Mordán, en Azua, el arqueólogo caribeño A. Gus Pantel, en su tesis doctoral sobre el sitio demostró que el sílex tuvo uso primario y secundario, y que en el segundo caso, las “cuchillas y cuchillos de sílex” fueron usados para trabajos en madera tales como lanzas u objetos de uso como la construcción de habitaciones para la supervivencia.
Los grupos representivos de la recolección y uso del manglar, con lugares de una riqueza ecológica incomparable, vivieron en ocasiones en el centro de los manglares y allí usaron de los recursos trasladando a sus lugares ocupación semi-nómadas lo conseguido y conocido en los lugares habilitados del manglar mismo, como acontece en el sitio El Porvenir, en la desembocadura del río Higuamo, trabajado por Manuel García Arévalo y Fernando Morbán Laucer en la primera década del año 1970, y produciendo una visión novedosa que dio pie a la búsqueda de sitios similares en el este del país donde una secuencia en el lugar Hoyo de Toro, en la provincia de San Pedro de Macorís, fecha de estos habitantes hacia el 2000 aC.
Para completar mi idea de que la contradicción básica del recolector es la naturaleza, y de que la misma cuando es difícil e intrincada, uso de memoria los hallazgos de cueva de Berna, en Pedernales, donde los retos humanos revelan muchos casos fracturas “laborales”, fundamentalmente de tipo locomotor, suponemos que por la difi cultad de la zona para la consecución de recursos y por el desconocimiento de las técnicas de los grupos tardíos ligados a la explotación de los manglares y a otro tipo de instru

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